Un día como hoy 5 de diciembre en 2013, Nelson Mandela murió a los 95 años en Johannesburgo. Recordemos que el líder sudafricano pasó 27 años preso de los supremacistas del apartheid, entre 1963 y 1990. Fue liberado y comenzó la carrera a la presidencia, que logró en las históricas elecciones de 1994, las primeras en las que pudo votar la mayoría negra. Se mantuvo en el gobierno hasta 1999.
Fue el primer mandatario negro que encabezó el Poder Ejecutivo, y el primero en resultar elegido por sufragio universal en su país. Su gobierno se dedicó a desmontar la estructura social y política heredada del apartheid a través del combate del racismo institucionalizado, la pobreza, la desigualdad social y la promoción de la reconciliación social. Presidió el Congreso Nacional Africano (CNA) entre 1991 y 1997, y a nivel internacional fue secretario general del Movimiento de Países No Alineados entre 1998 y 2002.
En 1993 recibió el Premio Nobel de la Paz con Frederik De Klerk, el último presidente blanco y artífice de la transición hacia una Sudáfrica democrática. Su última aparición pública fue en 2010, cuando se inauguró la Copa del Mundo de fútbol.
Uno Quince años antes, como presidente, Mandela había utilizado otro mundial, el de rugby, que ganó Sudáfrica, para impulsar la convivencia entre blancos y negros.
Nelson Mandela, el hombre que unió Sudáfrica a través del rugby
Cuando Nelson Mandela visitó Barcelona en 1992 con motivo de los Juegos Olímpicos se dio cuenta de la importancia del deporte en la sociedad y de cómo a través de este podría penetrar en toda la sociedad independientemente de su estrato social. El ejemplo de Barcelona le sirvió para mentalizar al combinado sudafricano de rugby de la importancia de hacer un buen papel en el Mundial que organizaban en 1995
En los años previos al Mundial, Sudáfrica vivía en pleno ‘apartheid’, blancos y negros buscaban cualquier pretexto para enfrentarse entre ellos. Uno de tantos pretextos era el rugby. Los ‘Springboks’, como se conoce a la selección nacional de Sudáfrica, era un símbolo del poder blanco. Todos sus jugadores menos uno eran blancos y sus aficionados eran blancos y críticos con Mandela. Se daba la irónica situación de que los sudafricanos negros animaban al rival de Sudáfrica, fuera el país que fuera, con tal de que los ‘Springboks’ no ganaran partidos.
Tal situación hizo ver a Mandela la necesidad de conseguir la unión entre blancos y negros y vio que la única forma de conseguir sería a través del deporte. Mandela no se equivocó. Un año antes del inicio del Mundial, Mandela activó la máquina para conseguir que todos los sudafricanos, independientemente del color, animasen a los ‘Springboks’.
La historia a partir de ahí la explica de forma magnífica el periodista John Carlin en su libro ‘El factor humano’. Carlin vivió en primera persona aquellos años desde su corresponsalía en el país sudafricano. El libro, que posteriormente fue llevado al cine por Clint Eastwood como ‘Invictus’, cuenta la historia de cómo Mandela logró convencer a un país dividido de unir sus esfuerzos para animar a la selección de Sudáfrica de Rugby.
Todo empezó cuando Nelson Mandela se reunió con François Pienaar, capitán de unos criticados ‘Springboks’. Mandela le trasladó su idea y le pidió que recorrieran el país el año previo al mundial dando clases de rugby en las regiones más desfavorecidas a los niños negros del país. Además también le dio al capitán de los ‘Springbooks’ un poema, ‘Invictus’, unos versos que leía Mandela durante sus años condena en Robben Island.
Pienaar recibió con agrado la petición de Mandela y fue uno a uno convenciendo a sus compañeros, todos blancos, menos uno, Chester Williams, el único jugador negro del combinado nacional, aunque según el censo sudafricano Williams era mestizo.
La actitud de Madiba le trajo muchas críticas de sus votantes. Desde su propio partido no se entendía como Mandela, que había celebrado en la cárcel las derrotas de los ‘Springboks’, se había convertido en un defensor de un equipo ‘de blancos’. A pesar de las críticas, el presidente de Sudáfrica siguió adelante, confiando en la más que improbable buena actuación de la selección.
Sudáfrica no entraba en ninguna quiniela como favorito para ganar el Mundial de 1995 pero el deporte es tan caprichoso que quiso ayudar a Nelson Mandela. Sudáfrica fue ganando partidos y avanzando rondas hasta llegar a la gran final del Mundial.
Un 24 de junio de 1995 en el estadio de Ellis Park de Johannesburgo ocurrió el milagro. Con todo un país entregado a su selección, los ‘Springboks’ rompieron todos los pronósticos para ganar a la gran favorita del torneo, Nueva Zelanda. Tras una prórroga de infarto, un ‘drop’ de Joel Stransky dio la victoria (15-12) a Sudáfrica. Las imágenes que se vieron ese día en Sudáfrica dieron la razón a Mandela. Personas que nunca habían celebrado una victoria de los ‘Springboks’ salieron a la calle a gritar de alegría y aficionados blancos ondearon por las calles de las ciudades sudafricanas la bandera constitucional sudafricana.
La imagen de Mandela con la camiseta de los ‘Springboks’ entregando la copa de campeón del mundo a Pienaar Sudáfrica quedará siempre grabada en la historia como una demostración del poder del deporte, capaz de convertir un país dividido en una nación unida en la alegría. «No hemos ganado para los 60.000 aficionados que hay en el estadio, hemos ganado para los 43 millones de sudafricanos» dijo Pienaar nada má ganar la final. Fue un triunfo de la selección de rugby pero, sobre todo, fue un triunfo, otro más, de Nelson Mandela