Zoe Radio Bolivia

Fallece Roberto Valcárcel, pionero del arte contemporáneo boliviano

El artista visual Roberto Valcárcel, pionero del arte contemporáneo en Bolivia, falleció este domingo tras una larga lucha por su vida tras sufrir complicaciones por el COVID-19, informaron artistas y allegados al creador. Su trabajo fue recientemente reconocido con el Premio Obra de Vida del Salón Pedro Domingo Murillo de la Alcaldía de La Paz, mientras que el Senado se negó a darle uno por su trabajo.

Nacido en La Paz el 19 de agosto de 1951 y radicado la última etapa de su vida en Santa Cruz, se formó como comunicador visual y arquitecto en la Universidad Técnica de Darmstadt en Alemania. Junto con Gastón Ugalde encabezaron las primeras expresiones del arte contemporáneo boliviano.

A continuación, el reportaje que publicó el suplemento Escape a comienzos de este mes:

Roberto Valcárcel, el relevo de Prometeo para el arte boliviano

Lo reportaron todos los medios de comunicación del país: “Roberto Valcárcel gana el premio Obra de una vida del Salón Pedro Domingo Murillo”, uno de los premios más importantes de la municipalidad paceña, acompañado de un incentivo económico de Bs 27.500, muy útiles para un artista que no hace mucho también estuvo en las noticias, pero porque necesitaba ayuda para acceder al tratamiento que requería para superar el COVID-19.

Pero nadie dijo por qué se lo ganaba.

¿Qué hay en la obra de Valcárcel que hizo que la Alcaldía paceña escuchara la petición de 25.000 personas que firmaron en campaña para que ganase este premio? Hace años que el historiador de arte Pedro Querejazu afirmó que el artista —nacido el 19 de agosto de 1951 en La Paz y que radica en Santa Cruz— tomó “el relevo de Prometeo, abriendo alternativas plásticas y temáticas para el arte boliviano”. Hoy Querejazu mantiene sus palabras, las mantiene y las reafirma.

“Él es el introductor del arte contemporáneo boliviano, del lenguaje transdisciplinar, del reciclado de material, de performances que nunca fueron superadas dentro del país”, expone el historiador. “Y algunos pueden quizá decir ‘pero se copió de Europa’. No importa, cada cosa es novedosa donde sucede”.

La obra de Roberto Valcárcel MöllerHergt es una propuesta que parte de una reflexión profunda sobre la realidad. “No tiene un estilo, sino muchos estilos, puntos de vista y significados”, explica la doctora en Teoría e historia del arte Valeria Paz, cuya tesis doctoral para la universidad de Essex versa sobre la obra de Valcárcel.

Su arte es una denuncia al autoritarismo, hecha a través de una perspectiva izquierdista que “artistas e ideólogos de izquierda en Bolivia nunca notaron en toda su dimensión”, subraya Querejazu. Sus obras eran consumidas por la clase media y la clase acomodada que colgaban sus protestas en las paredes como “cosas lindas” y no como querellas contra la persecución del ser humano por el ser humano.

La obra de Valcárcel cambia. Nunca deja la protesta ni la sutileza ni el análisis crítico, pero experimenta con la forma hasta generar instalaciones tan radicales de denuncia que “nunca fueron entendidas, ni siquiera por las instancias de censura más radicales del gobierno de Luis García Meza”, revela Querejazu.

Valcárcel se aparta del arte que se comprende con facilidad y “propone que tal vez el arte contemporáneo no debería llamarse arte porque uno tiende a pensar que el arte es bonito, pero es algo más que eso”, detalla Paz.

“Fue entrando al arte conceptual y dejó de hacer arte en la forma tradicional. Siempre ha sido un rompedor de límites y ese es su gran mérito en torno al arte boliviano”, añade Querejazu, quien se siente generacionalmente representado por Valcárcel y los paradigmas que trajo a Bolivia junto a otros artistas como Gastón Ugalde.

Valcárcel es alguien que se maneja con razones y no sentimientos. “Con su aproximación fría y racional hacia temas que tienen una carga sentimental y moral para los bolivianos (como el del mar) busca perturbar la actitud complaciente y sumisa del ciudadano boliviano ante los discursos oficiales y lo aprendido en el colegio”, asevera Paz.

Por lo mismo, parte del legado de este artista plástico es la docencia. Sea en colegios, universidades o talleres, quienes han pasado por sus clases lo recuerdan como cuestionador. “Es una persona que te hace ver lo que tú crees que debes hacer, no te dice qué debes hacer. Te enseña a observar, a trabajar, a construir la disciplina”, dice Querejazu.

Las clases de Valcárcel, tal como sus obras, ejercitan la creatividad y el pensamiento crítico. El espectador es el que construye el sentido, no el artista. Es el espectador quien debe mirar las obras —¿por qué están hechas de cierta manera? ¿Con qué están hechas?—, pues todo contribuye al significado de una obra.

Pero “nuestros sistemas educativos son tan absurdos, de memorística y no de razonamiento, que no sé si la gente pueda entender la obra de Valcárcel, así como pasó con la de Cecilio Guzmán de Rojas, uno de los pilares del arte boliviano del siglo XX”, se lamenta Querejazu.

No importa. La obra está ahí, disponible para ser mirada y, a través de su análisis, hacer como Valcárcel e irse apartando de lo fácil, de lo conservador, para empezar a mirar —el arte, la realidad— desde varias perspectivas.

FUENTE: LA RAZÓN

Deja un comentario